No sé por qué ni cómo, pero es tercera vez que me despierto un poco antes del temblor. Claro que esta vez fue un poco más fuerte que de costumbre. Y un poco más largo también. Yo vivo en un campo a 17 kilómetros de Osorno, en el sur de Chile. Aquí el terremoto fue grado 5,5. La sacudida duró casi tres minutos y a los pocos segundos de sacudida se cortó la luz. Ladraron los perros y corrieron los caballos. Tomé la linterna y nos juntamos en el living. Cuando llegó la calma salí a ver si había pasado algo. Sólo la moto se había caído producto de los movimientos de la tierra. Con el celular alcancé a dejar un mensaje en facebook sobre el temblor antes que nos quedáramos sin Internet. Dos opciones; o un volcán estaba haciendo erupción por aquí cerca o había habido un terremoto en alguna parte. No sabíamos nada. Tratamos de dormir. A las dos horas nos despertó otra fuerte sacudida y ya no dormimos más. A eso de las 7 de la mañana volvió la electricidad y con ella las noticias. No podíamos creer lo que había pasado. Entonces, tuvimos señal del celular por un rato y alcanzamos a llamar a parientes en Argentina y en la capital. Más tarde recibiríamos noticias de familiares que debieron sobrevivir un terremoto de grado 9 en Santa Cruz y 8,8 en Santiago. Uno de los más grandes de la historia reciente del mundo.
A principios de este año fuimos testigos de un terremoto grado 7 que dejó completamente destruido a Haití, con varios miles de muertos. El nuestro alcanzó los 9 grados. Más de 150 veces más fuerte que el haitiano. En Chile, sobre el 80% de los habitantes país sintió el terremoto, es decir más de 14 millones de Chilenos. Los daños abarcan desde la V Región hasta la VIII. Se cayeron puentes y pasos sobre nivel, se cortaron caminos, se derrumbaron casas, iglesias, edificios completos y hasta hospitales. Nos pegó fuerte, pero no sería todo. Entre 20 y 30 minutos después llegaría un segundo y igualmente devastador golpe. El mar retrocedió casi un kilómetro y volvió arrasando todo a su paso. Constitución, Lota, Iloca, Dichato y cientos de otros poblados costeros fueron borrados del mapa. El borde costero del las regiones del Maule y del Bio Bio fueron completamente destruidas por este maremoto.
Mientras el país reaccionaba y trataba de asimilar lo ocurrido, en algunas ciudades como Talca y especialmente en Concepción, las personas presas del pánico y de la necesidad, atacaron supermercados para obtener en principio agua, leche y pan. Luego zapatillas, jamones serranos, sacos de harina, plasmas, lavadoras de ropa y hasta refrigeradores. Incluso estaciones de servicio que, a pesar de no tener luz eléctrica para bombear el combustible de sus estanques subterráneos, fueron víctimas de saqueos. Horas después dueños de algunas tiendas harían guardia a sus propiedades con escopetas en mano. Esta situación obligaría a las autoridades a declarar “Zona de Catástrofe”, la cual permite medidas como decretar golpe que queda y entregar el control de la ciudad a las fuerzas armadas.
A 36 horas de la hora cero, los muertos confirmados sobrepasan los 711 y los desaparecidos los miles. Algunos de ellos porque no han podido contactarse con familiares o amigos, algunos se encuentran aún atrapados en los escombros esperando ser rescatados y otros quizás nunca sean encontrados.
1 comentario:
Yo también estaba en Osorno el 27 de febrero... Describiste mi sensación de impacto cuando volvió la luz.
Saludos que estes súper
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