jueves, agosto 03, 2006

Un viaje en bus

Este viaje a Santiago lo hice en bus. Hacía tiempo que no me subía a uno. Los últimos viajes habían sido a matrimonios y funerales, así que es mucho más cómodo y barato viajar en patota familiar y en auto. Además en esos casos la bencina y el auto corren por cuenta de mi viejo. Bueno, es otra historia.
La cosa es que me fui en estos buses nuevos de dos pisos, donde tienes en el primer nivel una suerte de primera clase o un "salón cama" y arriba, una clase más “ejecutiva”. La calidad de los baños, asientos, y atención es superior a los buses tradicionales. Es más parecido a un avión que a una micro. Pero claro, las azafatas tienen bigotes.
A pesar de lo grandes y espaciosos que puedan ser los asientos del salón cama, con respecto a los otros, claro, para mi siguen siendo súper incómodos. Ir al baño es toda una odisea. Primero salir del asiento sin pegarte un cabezazo, caminar por el corredor sin molestar a nadie, abrir la puerta para salir del salón cama hacia la escalera, cerrar la puerta para poder abrir la del baño y lograr entrar. El baño es, te juro, de medidas increíbles. El techo no sobrepasa el metro ochenta y no debe tener más de medio metro cuadrado, el suelo lleno de pedales que activan las bombas de agua del lavamanos y del baño químico. La puerta es diminuta, debe tener sus 45 centímetros de ancho y de alto… un metro setenta y cinco. Yo sin ser gigante, mido un metro ochenta y cinco y peso cien kilos. Entonces para entrar al baño tengo que hacerlo de medio lado y agachado, no me puedo parar adentro y para que hablar de la dificultad del trámite en si… Te miras al espejo, se mueve el bus pisas un pedal, tiras la cadena que suena como un trueno, te asustas, pegas un brinco y chocas con el techo y la puerta… Y todavía queda el viaje de vuelta a tu asiento.
Por suerte, me fui en un asiento de esos individuales. Lo sé, todos los asientos SON individuales, pero me refiero a que solo tiene a un lado la ventana y al otro el pasillo. Es lo mejor. Te evitas cualquier posibilidad de la señora gorda con guagua al lado tuyo. Solito. Mucho mejor.
Así que en el viaje a Santiago leí La Tregua, de Mario Benedetti. Lo había leído en el colegio, si no me equivoco era de esas “lecturas obligatorias”. Es un libro que me encanta. Medio trágico, pero me gusto volver a leerlo.

1 comentario:

valeria dijo...

No me gusta viajar en bus de noche, aunque nunca lo he hecho en salón cama.. quizás sea eso.
Salud!