Anoche cuando me acosté a dormir, tenía un fuerte dolor en un tobillo. Me había torcido un hace unas semanas, pero no estaba seguro que fuera el mismo. Después de un rato viendo televisión, se me agudizó el dolor. Me costó dormirme.
En la mañana, no podía apoyar el pie, así que me fui a la Clínica.
Antes que me viera el doctor me tomaron la presión. Marcó 240. La enfermera me miró y dijo "...debe estar mal esta máquina, ahora te vamos a tomar otra vez con la otra..." Marcó 226.
El doctor puso cara de sorpresa y empezó a preguntar por síntomas, que no he tenido. Mientras contestaba, la enfermera me metió una pastillita para bajarla un poco.
A la media hora tenía 221. Va otra pastillita. Mientras tanto, mi tobillo me mataba del dolor.
Treinta minutos después, 216. La enfermera que ya me miraba con cara de buena onda, me dijo "... le vamos a poner una inyección para el dolor y para bajar un poco la presión, porque el doctor dijo que así no lo podemos dejar salir..."
Va tu inyección y otra espera de 30 minutos. Medimos y 200.
Eran las 12:30 cuando me pusieron la segunda inyección, " al otro lado eso sí..." dijo la enfermera buena onda "... y si puede, no hable nada..."
Media hora más tarde me bajó a 180.
Tuve que volver a las 3 a verme el tobillo, que nadie se acordaba de el. Sólo yo, claro está, porque me dolía para el carajo.
Al volver, me hicieron una ecotomografía y no me encontraron nada. Así que me dieron dos pastillas, un atinflamatorio y un analgésico y varias ordenes de exámenes y horas a cardiólogos para que me vean la presión, que la tengo en las nubes.
Ahora, a comer sin sal... ni mantequilla, ni queso, ni nada de nada.
El Doc me dijo " todas las cosas que tengan sal, tienes que sentir que están desabridas, sé que es un asco, pero es lo que hay..."
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